A menudo nos da la impresión que son las circunstancias
externas las que determinan cómo nos sentimos, sin embargo si observamos
atentamente nuestras reacciones descubriremos que nuestros pensamientos tienen
un importante papel mediador entre nosotros y la realidad.
Uno de los primeros pasos para avanzar en el conocimiento
de nuestra mente, es darnos cuenta de que ésta tiene un importante papel en el
manera en como percibimos el mundo.
Así, el “diálogo interno” que forman estos pensamientos
tiene una importante repercusión en nuestro estado emocional. Aaron Beck y
Albert Ellis, (fundadores de la terapia cognitiva), observaron que a menudo los
pensamientos, lejos de ser fieles a la realidad, hacen que tengamos una imagen
distorsionada de la misma. Además, estos autores observaron durante su práctica
clínica que los sesgos suelen repetirse, de manera que los agruparon en lo que
hoy se conoce como “distorsiones cognitivas”.
Algunas de las principales distorsiones cognitivas,
son las siguientes:
1. Pensamiento polarizado o dicotómico:
Consiste en clasificar las cosas en términos extremos u
opuestos (ej: todo o nada, blanco o negro, bueno o malo) sin tener en cuenta
las posibilidades intermedias.
2. Visión catastrofista:
De entre las diferentes opciones, pensar que siempre va a
ocurrir lo peor (ej: como mi hijo se retrasa al llegar a casa pienso que le ha
pasado algo horrible).
3. Personalización:
Tendencia a pensar que todo lo que ocurre a nuestro
alrededor está relacionado con nosotros (ej: mi jefe llega de mal humor y yo
pienso que es porque está enfadado conmigo porque he hecho algo mal).
4. Sobregeneralización:
Sacar conclusiones generales de hechos particulares y
asilados (ej: como hoy me he olvidado los documentos de la empresa en casa, soy
un fracasado y nunca voy a hacer nada bueno el la vida).
5. Filtraje o abstracción selectiva
Valorar una situación global como negativa debido a que
hay algunos elementos que son negativos sin tener en cuenta otras
características (ej: no aguanto que…, es insoportable…).
6. Interpretación de pensamiento:
Suponer los pensamientos o intenciones de los demás sin
prueba alguna (ej: eso lo dice por…, eso se debe a…).
7. Deberías:
Mantener reglas rígidas, inflexibles y exigentes sobre
cómo tienen que ser la cosas (ej: yo debería ser…, yo no debería sentir…).
8. Etiquetaje:
Poner etiquetas globales a nosotros mismos o a los demás
sin tener en cuenta opiniones u otros matices (ej: soy un…, es una…).
9. Falacia de la justicia:
Creer que todo debe ocurrir de una manera determinada y
que si no es así es injusto (ej: no ya derecho a…, es injusto que…).
10. Razonamiento emocional:
Creer que si uno se siente de una manera determinada
entonces es verdad que tiene que haber un motivo real para sentirse así (ej: si
siento tantos celos será porque hay razones para tener sospechas).
11. Descalificar lo positivo:
Quitar importancia, ignorar o desvalorizar repetidamente
las experiencias positivas, centrándose principalmente en lo que va mal (ej:
ante que otro me señala que hay algo bueno en mi o en mi vida pensar: si pero y
enunciar alguna cosa que no va tan bien)
12. Adivinación:
Predecir o profetizar el resultado de los eventos antes
de que sucedan (ej: el examen me va a ir fatal).
13. Sesgo confirmatorio:
Atender únicamente a aquella información que confirme mis
ideas preconcebidas sobre la realidad (ej: si pienso que alguien es egoísta
tenderé a fijarme y a recordar más los comportamientos que confirmen mi idea de
que es así).
Todas estas distorsiones suponen una visión simplificada
y desajustada de la realidad, cosa que a menudo hace que surjan en nosotros
emociones desagradables. El primer paso para combatirlas es tomar conciencia de
que existen.
Estar atentos a nuestro diálogo interno y
esforzarnos por detectar términos simplificadores y absolutistas como
“siempre”, “nunca”, “injusto”, “bueno”, “malo”, “debería”, “no debería”… nos
puede facilitar la tarea.
A menudo, el simple hecho de “pillarnos” poniendo en
marcha estas distorsiones es suficiente para poder buscar fórmulas alternativas
de pensamiento. Otras veces, sin embargo, el cambio requerirá que nos
detengamos con atención para reformular estos pensamientos y sustituirlos por
otros que se ajusten mejor a la realidad.
Puesto que a veces la vida nos pone por si sola ante
difíciles circunstancias, vale la pena conocer bien nuestro funcionamiento para
no añadir a nuestra situación sufrimiento innecesario.
La mente y sus pensamientos son un arma de doble filo:
convertir nuestro diálogo interno en un discurso realista que nos sirva para
motivarnos y no en un relato catastrófico que contribuya a que nos hundamos
está en nuestras manos y requiere, como la mayoría de los cambios importantes
de la vida, un esfuerzo de atención y constancia que sin duda se verá
recompensado.
Manuel Gross.
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