viernes, 29 de junio de 2012

APRENDER A SOLTAR, COMO PARTE DEL CAMINO

Imagina que estás frente a una gran escalera, está junto a ti esa persona que es
importante para ti y están fuertemente tomados de la mano.
Mientras están en el mismo nivel, todo está perfecto, es disfrutable. Pero de pronto, tu
subes un escalón, pero esa persona no, esa persona prefiere mantenerse en el nivel
inicial, ok no hay problema, es fácil aun así estar tomados de las manos.
Pero tu subes un escalón más, y esa persona se niega a hacerlo, ya las manos han
empezado a estirarse y ya no es tan cómodo como al principio, subes un escalón más, y
ya el tirón es fuerte, ya no es disfrutable y empiezas a sentir que te frena en tu avance,
pero tú quieres que esa persona suba contigo para no perderla.
Desafortunadamente para esa persona no ha llegado el momento de subir de nivel, así
que se mantiene en su posición inicial, subes un escalón más, y ya ahí si es muy difícil
mantenerte unido, te duele, y mucho, luchas entre tu deseo de que esa persona suba, de
no perderla, pero tu ya no puedes ni quieres bajar de nivel.
En un nuevo movimiento hacia arriba, viene lo inevitable, y se sueltan de las manos,
puedes quedarte ahí y llorar, y patalear tratando de convencerle de que te siga, que te
acompañe, puedes incluso ir contra todo tu ser y tú mismo bajar de nivel con tal de no
perderle, pero después de esa ruptura en el lazo, ya nada es igual, así que por más
doloroso y difícil que sea, entiendes que no puedes hacer mas, más que seguir
avanzando, y esperar que algún día, vuelvan a estar al mismo nivel.
Eso pasa cuando inicias tu camino de crecimiento interior, en ese proceso, en ese avance
pierdes muchas cosas: pareja, amigos, trabajos, pertenencias, todo lo que ya no coincide
con quien te estás convirtiendo ni puede estar en el nivel al que estás ingresando.
Puedes pelearte con la vida entera, pero el proceso así es. El crecimiento personal es
eso, personal, individual, no en grupo, puede ser que después de un tiempo esa persona
decida emprender su propio camino y te alcance o suba incluso mucho mas que tú, pero
es importante que estés consciente de que no se puede forzar nada en esta vida.
Llega un momento, en tu escalera hacia ti mismo, en que puedes tener la ilusión, la idea
de quedarte solo un tiempo, y duele, claro que duele, y mucho, pero luego, conforme vas
avanzando, te vas encontrando en esos niveles con personas mucho más afines a ti,
personas que gracias a su propio proceso, están en el mismo nivel que tu y que si tú
sigues avanzando, ellos también.
En esos niveles de avance ya no hay dolor, ni apego, ni sufrimiento, hay amor,
comprensión, respeto absoluto.
Así es nuestra vida amigos, una infinita escalera, donde estarás con las personas que
estén en el mismo nivel que tú, y si alguien cambia, la estructura se acomoda. De hecho,
cada personalidad, ocupa un distinto nivel que los demás, así cada partecita de la verdad,
formará la verdad absoluta, de hecho ya es así. Así que sería egoísta, poner al mismo
nivel a la eternidad.

Frecuencias de Amor

NUESTROS RECURSOS ESPIRITUALES RENOVABLES

Se dice que cuando las personas iban a hacer un sacrificio en el tiempo del Templo, entraban a través de una puerta pero se les pedía que salieran a través de una diferente, no se les permitía salir por el mismo camino por el que entraron.  Ahora, este pequeño detalle tal vez parezca insignificante o incluso sin sentido para nosotros. ¿Existía en realidad una necesidad para otra puerta? Es decir, ¿No podía la gente salir por donde había entrado?

La respuesta es no. Sabemos que de acuerdo a la Kabbalah, existe una razón y un propósito para todo. Nada se hace “sólo por hacerlo”. La razón por la que las personas entraban y salían a través de puertas diferentes era porque no querían que la familiaridad matara el entusiasmo de la acción que estaban haciendo, la realización del sacrificio.

Este punto histórico aparentemente menor contiene un importante mensaje para nuestras propias vidas.

Muy a menudo, perdemos de vista la importancia del viaje que realizamos cada día. Olvidamos o ignoramos la importancia de nuestras relaciones. No vemos la belleza de estar conectados a algo más allá de nosotros mismos. Nuestras idas y venidas diarias se vuelven tan  esperadas, tan mundanas, incluso tan aburridas que comenzamos a dejar de pensar realmente en lo que estamos recibiendo a través del día. Y comenzamos a dar por hecho a las personas, a las cosas y a las situaciones. 

Recientemente leí un artículo en el cual el autor, el actor Mark Ruffalo, hacía un llamado de atención a nuestra falta de apreciación por los recursos renovables con los que tenemos que trabajar mientras lidiamos con la crisis energética actual. Él hablaba específicamente sobre el viento, el agua y la luz solar  (W.W.S. por sus siglas en inglés). La verdad es que espiritualmente tenemos la tendencia a hacer lo mismo. Atascados en nuestros hábitos y en nuestra rutina diaria, semanal y mensual, olvidamos la inagotable fuente espiritual renovable que tenemos al alcance de los dedos en todo momento.

Olvidamos que cuando despertamos cada mañana, hay un mundo hermoso. En el minuto en el que colocamos nuestros pies en el suelo, se abren nuestros ojos y podemos ver, hay un mundo hermoso. Ahora, podemos pensar: “Espera un momento, ¿a qué te refieres con que es un mundo hermoso?  ¿No sabes que acabo de perder el contrato? ¿No sabes que me estoy divorciando de mi esposa? ¿No sabes que hay tantas cosas terribles ocurriéndome ahora mismo, que ni siquiera puedo contarlas?

La respuesta es sí, las cosas ocurren. Pero lo que necesitamos internalizar es que la verdad es esta: estamos viviendo cada día con un milagro desde el momento que  abrimos nuestros ojos y respiramos aire.

Cada día, se nos otorga otra oportunidad para redireccionar nuestra conciencia para notar las cosas que son importantes. Cada día es otra oportunidad para nosotros para hacer que otra persona sienta que es importante en nuestra vida. Este es nuestro trabajo y la razón por la que estamos aquí. ¿Por qué? Porque cuando podemos hacer que otros sientan que son importantes, entonces también nosotros somos importantes.

Cada uno de nosotros debe lidiar con su propio conjunto de dificultades en su vida. Estas dificultades pueden ser la renta o la hipoteca, un problema de negocios que tengamos que superar, o un millón de asuntos personales (probablemente podríamos escribir una lista de que duraría desde hoy hasta mañana). Sí, es verdad: todos enfrentamos dificultades diarias. Pero también tenemos disponible siempre la energía de la Luz que hemos capturado por nuestro voluntariado, nuestra caridad, o la simple dignidad humana que acordamos hacia otras personas. Esa es la Luz que existe todos los días. Nunca debemos perder el entendimiento de que en nuestra vida existe la Luz.

La Luz es algo que se acumula, y mientras lo hace, saca nuestra basura (ego, drogas, depresión, rabia, todas las formas de negatividad) que está atascada en la cesta de nuestra vida. Pero la verdad es que para remover aquellas cosas de la cesta, tenemos que colocar algo de energía en ello. Pero esta energía no viene de un buen trato de negocios, hacer dinero u obtener una nueva posición. La única forma en que las cosas en nuestra vida se vuelvan productivas y hermosas  es si no tomamos unicamente de la vida sino que damos de vuelta —no sólo recibimos del universo sino que también tenemos algo que ofrecerle—.

La verdad es que la mayoría de nosotros estamos tan ocupados que no nos damos cuenta de lo que ocurre a nuestro alrededor. Pero cuando estamos en este modo, cuando nuestra conciencia está siempre enfocada en lo que podemos obtener o en cómo podemos producir o construir más para nosotros mismos, entonces nuestra energía le está diciendo al universo que no queremos formar parte de la gran rueda de la vida. Nuestra energía está diciendo que queremos tomar solamente.

Es importante a veces recordar que cuando dejemos este mundo, lo único que permanecerá con nosotros son las personas que nos aman; las personas a las que les dimos y con las que compartimos; las personas que se despertaron en la mañana y nos dijeron: “es por ti que mi vida cambió para mejor, gracias”. Eso es todo lo que tendremos al final de nuestra vida. No el negocio, no las amistades que están ahí porque tienen que estar, no las relaciones que tenemos pero que realmente no queremos pero necesitamos tener porque obtenemos algo de ellas.  Lo que tendremos al final son las personas que hemos amado y con las que hemos compartido  las cosas que hemos hecho para crear una Luz constante que permita a nuestra alma brillar.

Ninguno de nosotros es un ángel. Nadie espera que lo seamos.  Pero sí nos volvemos perezosos.  Tomamos nuestras prácticas espirituales como un sistema de memoria. Caemos profundamente dormidos en nuestra vida diaria. Así que vamos a despertar. Vamos a recordar esta semana que el universo es un espejo, y si despertamos y comenzamos a actuar en beneficio de la Luz, despertaremos a la Luz en nuestro beneficio también.
Si te gustó por favor compártelo con un amigo.

Cuando la mente no para: Ejercicio del Portero

Cuando la mente no para... es imposible escuchar nuestras voces internas, reencontrarnos, descansar en el Ser y en la seguridad que nos da la Esencia. Un tiempo atrás leí un artículo que dice “El Amor no es un sentimiento” de Omraam Mikhaël Aïvanhov, y hay un párrafo en el que se habla de las personas que trabajan por la paz del mundo, y sin embargo siguen batallando al luchar contra una cosa u otra: “De esta forma, ¿qué paz pueden aportar? En primer lugar, el hombre debe instalar la paz en sí mismo, en sus actos, sus sentimientos, sus pensamientos. Solo entonces trabaja verdaderamente por la paz.” Más allá de lo valioso del artículo y de la enseñanza que transmite, me detengo en: “el hombre debe instalar la paz en sí mismo.” ¿Cómo?. Apaciguando la mente. Parece algo muy simple, pero... ¿cuánto se escribe, se habla en este sentido y sin embargo, es tan difícil lograrlo? Tampoco se trata de demonizar a la mente, porque caemos en la polaridad, y en definitiva somos unidad, un complemento armonioso que en su estado natural está preparado para funcionar al unísono, sólo hay que recordarlo.

Pero volviendo a “apaciguar la mente”, también este es un deseo de la propia mente, y con ella, lo logramos. Y los caminos, métodos y enseñanzas para ello pueden ser varios. Un ejercicio muy valioso y que deja ser a los pensamientos para verles el sentido, es el llamado “El Ejercicio del Portero”. Anselm Grün se refiere a él tomando la idea del monje y asceta cristiano Evagrio Póntico, llamado El Solitario (pensador, escritor y orador, 345 - 399 dc). Evagrio, en una de sus cartas a un monje, le dice: “Sé el portero de tu corazón y no dejes que entre ningún pensamiento sin someterlo a escrutinio. Interroga a cada uno de los pensamientos por separado, preguntándole: ¿eres uno de los nuestros, o te cuentas entre los enemigos?”. Sin dividir a los pensamientos en amigos y enemigos, como lo marca Póntico, muy propio de aquella época, Grün sugiere realizar el ejercicio de la siguiente manera:

El Ejercicio del Portero, por Anselm Grün

En concreto, el ejercicio puede transcurrir de la siguiente manera: me siento media hora en mi cuarto, sin orar, sin meditar, sin leer, sin reflexionar. Esto no es en modo alguno tan sencillo. La única condición, sin embargo, es permanecer así media hora. Poco a poco irán aflorando en mí todos los pensamientos posibles. A cada pensamiento le pregunto: “¿Qué quieres decirme? ¿Qué anhelo late en ti?” Por regla general, constataré que todos los pensamientos y sentimientos tienen un sentido. Cuando le pregunto a mi enojo qué es lo que quiere decirme, probablemente me llamará la atención sobre lo siguiente: “Marca mejor tus límites. No les concedas tanto poder a los demás. Resuelve el problema en vez de enfadarte por ello”. Entonces, la irritación se convierte en un impulso positivo.

Cuando los celos llaman a mi puerta, puedo preguntarles qué anhelo se oculta en ellos. Probablemente me harán caer en la cuenta de que siento la necesidad de que alguien me ame solo a mí, de ser yo para mi pareja o mi amigo el único amado. Cuando me confieso esta necesidad, me percato de cuan exagerada es. Pero no me juzgo por tener semejante necesidad. En la medida en que la reconozco, estoy en condiciones de relativizarla. De modo análogo, puedo interrogar al miedo o a la depresión, y, de esa suerte, familiarizarme con tales sentimientos. Y de golpe cobro consciencia de que, en el fondo, quieren decirme algo positivo. El miedo desea indicarme la medida adecuada, la medida en aquello de lo que me creo capaz, pero también la medida justa en relación con las expectativas que deposito en la imagen que me hago de mí mismo. […]

Es interesante ver qué experiencias vive la gente con este ejercicio. Una participante en uno de mis cursos tenía problemas con su hija; todo lo hablado hasta entonces en el marco de una psicoterapia y de un acompañamiento espiritual no le había ayudado en lo más mínimo. Tenía miedo de seguir dando vueltas a los mismos pensamientos al realizar el ejercicio del portero. Pero ya solo la pregunta dirigida a los sentimientos: “¿Qué anhelo late en ti?”, le trajo paz interior en medio de tales sentimientos. Algunas personas cuentan que, cuando permiten aflorar a todos los pensamientos y sentimientos, ya no los perciben con tanta intensidad. El miedo a verse inundado por los pensamientos suele carecer de fundamento. Cuando se les permite ser, los sentimientos ya no tienen que pedir la palabra con violencia. Así, muchas personas viven esta media hora como tranquilizadora. De repente, notan una profunda paz interior. Ya no consumen más energía en sofocar y reprimir pensamientos desagradables. A todo se le permite ser, pues todo tiene un sentido: todo puede, en último término, conducirnos a nosotros mismos, a nuestro centro, a nuestra verdad. Y solo la verdad nos hace libres.

Confrontarse con la propia verdad requiere coraje. Pero el solo hecho de permitir ser a todos los sentimientos y pensamientos, les priva ya de su poder. También es útil la idea de que los sentimientos, lejos de inundarme, son interrogados por mí. Así pues, adopto un punto de vista desde el que puedo dirigir mi atención a las emociones. El rol de portero me infunde seguridad y claridad para abordar los pensamientos y sentimientos de tal modo que me sean provechosos y dejen de determinarme. El resultado del ejercicio del portero es, por regla general, una gran paz y una intensa calma.

Adaptando el Ejercicio del Portero a nuestro día a día

Grün sugiere que este ejercicio sea realizado solo cuando nos sentimos profundamente inquietos. Sin embargo, más allá de hacerlo de esta manera puntual por media hora, también puede ser muy valioso aplicarlo diariamente de una forma más liviana y simple: en cualquier momento del día, o cuando me voy a dormir, o cuando me propongo a meditar o a realizar cualquier otra actividad, solo preguntarle a cada pensamiento o sentimiento que aparece: “¿Qué quieres decirme? ¿Qué anhelo late en ti?”, y desde un lugar de receptividad amorosa ver qué surge o qué me dice, y si me distrae o me aleja de mi propósito de ese momento, lo reconozco como algo mío y luego lo dejo partir. Por ejemplo, puede pasar que me dispongo a dormir y de pronto un pensamiento que me recuerda que ese día esperaba una llamada que no llegó puede inquietarme y entonces lo escucho, lo reconozco como una parte mía que tiende a tener expectativas con respecto a los demás, lo dejo partir y vuelve la calma. Y así pueden ser muchos los momentos en los que puedo aplicar el ejercicio. Hasta en la comunicación habitual, cuando siento que una idea me distrae y percibo que puedo dejar de escuchar al otro, vuelvo inmediatamente después de una rápida interrogación a  ese pensamiento o sentimiento distractor. Si lo incorporamos y lo hacemos nuestro, el ejercicio se hace tan rápido y natural que pasa a ser un hábito simple y con resultados muy positivos. Recordemos que desde lo cotidiano y lo pequeño vamos llegando a los objetivos más grandes, como el de apaciguar la mente y conectarnos con nuestra Esencia.

Fuente: Una visión personal  de “Apaciguar los días” de Ansel Grün