domingo, 12 de junio de 2011
¿Qué es lo que enseñan los libros de Cabalá?
De forma similar los libros de Cabalá nos dicen cómo están construidos los mundos espirituales, cuáles "lugares" son más divertidos, y cuáles no lo son. Claro que éstos no son lugares físicos, sino estados espirituales que cualquier cabalista experimenta.
Otra cosa que los libros de Cabalá nos indican es cómo encontrar la realidad espiritual. Si queremos ir a algún lado en este mundo, necesitamos un mapa a ese lugar y una guía turística para estudiar al lugar en sí. En la espiritualidad los libros de Cabalá nos harán todo el trabajo: nos muestran dónde está el mundo espiritual, nos conducen hasta allí, y nos muestra el entorno.
¿Qué es la Cabalá?
La sabiduría de la Cabalá es una herramienta científica para estudiar el mundo espiritual. Para explorar nuestro mundo nos valemos de las ciencias naturales tales como la física, la química y la biología. Pero las ciencias naturales sólo estudian el mundo físico que percibimos con nuestros cinco sentidos. Para comprender completamente el mundo en el cual vivimos necesitamos una herramienta de investigación que pueda explorar la esfera oculta: aquélla que nuestros sentidos no pueden percibir. Esta herramienta es la sabiduría de la Cabalá.
De acuerdo con la sabiduría de la Cabalá la realidad consiste de dos fuerzas o cualidades: el deseo de recibir y el deseo de otorgar o de dar. Ya que el deseo de otorgar desea dar, crea un deseo de recibir. De ahí que su nombre más comúnmente usado sea "el Creador". Por lo tanto la creación entera, incluyéndonos nosotros, implica las manifestaciones de ese deseo de recibir.
Utilizando la Cabalá podemos trabajar con las fuerzas fundamentales de la realidad (recepción y otorgamiento) en beneficio propio. No sólo nos enseña el diseño de la creación, sino cómo podemos volvernos diseñadores, tan omnipotentes y omniscientes como el Diseñador original de la realidad.
Nuestra Señora de Guadalupe
Un sábado 9 de diciembre, el indio Juan Diego, recién convertido a la fe católica, se dirigió al templo para oir Misa. Al pie de un cerro pequeño llamado Tepeyac vio una nube blanca y resplandeciente y oyó que lo llamaban por su nombre. Vio a una hermosa Señora quien le dijo ser "la siempre Virgen María Madre de Dios" y le pidió que fuera donde el Obispo para pedirle que en aquel lugar se le construyera un templo. Juan Diego se dirigió a la casa del obispo Fray Juan de Zumárraga y le contó todo lo que había sucedido. El obispo oyó con admiración el relato del indio y le hizo muchas preguntas, pero al final no le creyó.
De regresó a su pueblo Juan Diego se encontró de nuevo con la Virgen María y le explicó lo ocurrido. La Virgen le pidió que al día siguiente fuera nuevamente a hablar con el obispo y le repitiera el mensaje. Esta vez el obispo, luego de oir a Juan Diego le dijo que debía ir y decirle a la Señora que le diese alguna señal que probara que era la Madre de Dios y que era su voluntad que se le construyera un templo.
De regreso, Juan Diego halló a María y le narró los hechos. La Virgen le mandó que volviese al día siguiente al mismo lugar pues allí le daría la señal. Al día siguiente Juan Diego no pudo volver al cerro pues su tío Juan Bernardino estaba muy enfermo.
La madrugada del 12 de diciembre Juan Diego marchó a toda prisa para conseguir un sacerdote a su tío pues se estaba muriendo. Al llegar al lugar por donde debía encontrarse con la Señora prefirió tomar otro camino para evitarla. De pronto María salió a su encuentro y le preguntó a dónde iba. El indio avergonzado le explicó lo que ocurría. La Virgen dijo a Juan Diego que no se preocupara, que su tío no moriría y que ya estaba sano. Entonces el indio le pidió la señal que debía llevar al obispo. María le dijo que subiera a la cumbre del cerro donde halló rosas de Castilla frescas y poniéndose la tilma, cortó cuantas pudo y se las llevó al obispo.
Una vez ante Monseñor Zumarraga Juan Diego desplegó su manta, cayeron al suelo las rosas y en la tilma estaba pintada con lo que hoy se conoce como la imagen de la Virgen de Guadalupe. Viendo esto, el obispo llevó la imagen santa a la Iglesia Mayor y edificó una ermita en el lugar que había señalado el indio.
Pio X la proclamó como "Patrona de toda la América Latina", Pio XI de todas las "Américas", Pio XII la llamó "Emperatriz de las Américas" y Juan XXIII "La Misionera Celeste del Nuevo Mundo" y "la Madre de las América.