En términos kabbalísticos, el cuerpo es como la tierra, y el alma es
la parte que tiene que ser cultivada y nutrida para ser fructífera. La
única forma en que nuestra alma pueda dar frutos en este mundo es si nos
damos una oportunidad para escucharla. En otras palabras, necesitamos
tomar la decisión proactiva de conectar con aquella parte de nosotros
que está más allá del aspecto físico, nuestra alma.
Lo que ocurre la mayor parte del tiempo, sin
embargo, es que estamos tan ocupados haciendo cosas (trabajo, personas,
negocios, familia) que no nos tomamos el tiempo para ver la belleza que
está dentro, el tiempo para hablar con nuestra alma y preguntarle que
quiere de nosotros.
Leí dos historias inspiradoras esta semana. Una era sobre
una joven mujer quien creó una librería para niños sin hogar para que
pudieran leer antes de irse a la cama. La otra fue sobre una joven mujer
de una comunidad de Somalia en Minnesota quien estableció una fundación
para otorgar a otras personas de Somalia las mismas oportunidades
educativas que ella había tenido. Ambas mujeres lograron ir más allá de
ellas mismas para traer algo poderoso al mundo, que es esencialmente
nuestra misión como seres humanos.
El creador no nos colocó aquí para simplemente vivir,
reproducirnos y morir. Él dio a cada uno de nosotros un trabajo
específico por hacer para transformar el mundo en un lugar mejor porque
hemos vivido en él. Esto no quiere decir que tenemos que volvernos
activistas o cambiar cada caso de caos que veamos. Lo que
quiere decir, sin embargo, es que necesitamos nutrir ese algo especial
dentro, en nuestra alma, que nos dé la habilidad de ir más allá de
nuestra naturaleza. ¿Cuál es nuestra naturaleza? Pensar únicamente en
nosotros mismos.
Curiosamente, la paradoja de la vida es que cuando
pensamos sólo en nosotros mismos, nunca estanos satisfechos. Por
ejemplo, pudimos haber comido la mejor comida del mundo y salir del
restaurante y decir: “¡Wow! Éste fue un gran lugar para comer”. Pero
preguntémonos a nosotros mismo a cerca de esta fabulosa comida un mes
después y seguramente no la recordaremos. Pero si vamos a un restaurante
con una amiga y le damos algo que la ayude, o quizás la amiga comparte
algo non nosotros, puedes estar seguro que recordaremos esa comida. ¿Por
qué? Porque hubo un compartir involucrado, y la razón por la que
estamos aquí en esta vida es para practicar el compartir tanto en la
forma grande como en la pequeña, así como la joven mujer sobre la que
leí esta semana.
Nuestro trabajo es manifestar nuestra alma en este mundo
físico. De lo contrario, no hay propósito para nuestra vida; de lo
contrario, podríamos ser animales y no lo somos. No olvidemos que
nuestro cuerpo es sólo una prenda, y que conectamos con la fuerza de la
Luz sólo a través de la belleza de nuestra alma.
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