"La muerte no existe. El Hijo de Dios es libre."
La
muerte es un pensamiento que adopta muchas formas, que a menudo no se
reconocen: tristeza, miedo, ansiedad, duda, falta de fe, desconfianza,
ira, preocupación por el cuerpo, envidia, y todo aquello que implique el
deseo de ser como no sos. Todos estos pensamientos no son sino reflejos
de la veneración que se le rinde a la muerte como salvadora y portadora
de la liberación. Es lo único que inevitablemente llegará; todo lo
demás parece incierto, perdiéndose a poco de adquirido, sin ofrecer
seguridad.
¿Te postrarías ante ídolos como éste? Es imposible venerar
a la muerte en cualquiera de las formas que adopta y al mismo tiempo,
elegir unas cuantas para no creerlas. La muerte es total: o bien todas
las cosas mueren, o viven y no pueden morir. Nos encontramos de nuevo
ante algo obvio: lo que contradice totalmente un pensamiento no puede
ser verdad, a menos que sea falso su opuesto. Si Dios es verdad ( y al
no haberla creado Dios, ya que Dios no puede morir), la muerte tiene que
carecer de entidad; ser una ilusión. Esta es la postura que hoy
adoptamos, y se nos concede poder mirar allende la muerte, y ver la vida
que se encuentra más allá.
Digamos : "Padre nuestro, bendice hoy
nuestros ojos. Somos Tus emisarios, y deseamos contemplar el glorioso
reflejo de Tu Amor que refulge en todas las cosas. Vivimos y nos movemos
únicamente en Tí. No estamos separados de Tu vida eterna. La muerte no
existe, pues la muerte no es Tu Voluntad. Y moramos allí donde Tú nos
ubicaste, en la vida que compartimos con Vos y con toda cosa viviente,
para ser como Vos y parte de Vos para siempre. Aceptamos Tus
pensamientos como nuestros, y nuestra voluntad es una con la Tuya
eternamente. Amén."
(el libro no menciona frecuencia, te sugiero la práctica del inicio)
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