sábado, 26 de mayo de 2012

Acceder a nuestros frutos

Mi esposo, el Rav Berg, en una oportunidad me contó una historia sobre dos grandes amigos. Había un hombre que fue sentenciado a muerte. Antes de que se lo llevaran, el condenado rogó al rey: “Por favor concédeme tres días para poner mis asuntos en orden y asegurarme que mi familia reciba atención”.
“¿Cómo sabré que regresarás?” preguntó el rey. Casi inmediatamente, el mejor amigo del hombre condenado levantó su mano y dijo: “Yo tomaré su lugar. Si él no regresa, puedes colgarme a mí en vez de a él”.
Tres días pasaron, y el hombre condenado no había regresado. Cuando llegó el tiempo para la horca, los guardias del rey se voltearon hacia el hombre que se había ofrecido como sustituto y dijeron: “Tendrás que tomar su lugar”.
Antes de que la soga fuese deslizada sobre la cabeza del hombre, una voz repentinamente corrió en la distancia. “¡Estoy aquí! ¡Estoy aquí! ¡Deténganse! ¡Deténganse!”. El hombre condenado corrió a través de la multitud para tomar su lugar en la horca.
En este punto, sin embargo, el amigo ya había pensado en morir por el primer hombre. “Llegaste tarde”, dijo, “Así que tal vez éste estaba destinado a ser mi destino. Tu tienes una familia que te necesita, yo estoy sólo, ya estoy aquí y listo para partir”.
Los dos amigos discutieron continuamente, cada uno eligiendo morir por el otro. Al ver esto, el rey detuvo la horca, diciendo: “Mi sentencia fue para un hombre, pero veo que si matase a uno de ustedes sería tan fuerte como si fuese a matar a dos personas. Ambos pueden irse en libertad”.
¿Cuál es el punto de esta historia? Ya que cada amigo estaba dispuesto a enfrentar la muerte por el otro, el juicio fue removido de ambos.
Ahora ninguno de nosotros, gracias a Dios, estará alguna vez en tan extrema situación. Sin embargo, hay un mensaje aquí sobre el poder ilimitado del amor incondicional. La porción de esta semana, Bemidbar, nos otorga la habilidad de ir en contra de nuestras dudas y entender que nuestro crecimiento espiritual no esta determinado por cuánto aprendemos o incluso por cuánto oramos, está determinado por cuánto nos preparamos para extendernos hacia otros.
¿Sabes que la palabra Kabbalah significa “Recibir”? En nuestras vidas, no tenemos problemas con recibir. El problema yace en lo que ocurre al otro lado. La mayoría de las veces, las personas que son (o parecen ser) las más exitosas también son infelices porque no han encontrado el balance entre lo que tienen y lo que pueden compartir y hacer por este mundo. Que esta semana, cada uno de nosotros pueda tener la habilidad de acceder a nuestros frutos (ya sea tiempo, dinero o talentos) y encuentre las formas para compartirlos con el mundo.

Si te gustó por favor compártelo con un amigo.

No hay comentarios: