Esta semana tenemos la festividad de Purim, cuando podemos despertar el
entendimiento de que la energía de la Luz está siempre presente en
nuestra vida, tanto en nuestros momentos más oscuros como en nuestros
períodos más brillantes. Tan seguro como que el sol sale cada mañana, la
Luz del Creador está totalmente ahí para nosotros y lo estará por toda
la eternidad. Si olvidamos esto, caemos en un estado de duda, y cuando
tenemos estas dudas, nunca podemos recibir los milagros o la dicha que
buscamos en nuestra vida.
Si alguna vez has hablado con personas que han superado una adicción, te
dirán que el primer paso en su proceso fue admitir que eran adictos. En
otras palabras, si ellos hubiesen dudado que tenían un problema, habría
habido muy poco que hacer para remediarlo.
De la misma manera, si alguna vez has lidiado con algún tipo de carencia
en tu vida, puede que sepas que es imposible cambiarlo a no ser que
identifiques la raíz. Cuando estamos en un estado de negación o
confusión respecto a un problema, no podemos aplicar una solución. Pero
si estamos seguros de aquello que necesita ser cambiado, entonces
podemos solventar el problema.
De forma similar, si queremos tener la capacidad de aprovechar la Luz
infinita y la energía disponible en el universo, primero necesitamos
estar seguros de su existencia. Nuestra certeza en la benevolencia
infinita de la Fuerza de Luz es lo que activa su poder en nuestra vida.
Sin la certeza, el poder de la Luz permanece en estado potencial. No
obstante, cuanto más fuerte es nuestra certeza, más fuerte es nuestra
conexión. Esta semana, la energía de certeza total está disponible para
todos nosotros.
No hablo de la certeza que tenemos cuando las cosas son maravillosas y
armoniosas en nuestra vida. Hablo de la certeza que debemos tener cuando
todo parece ir mal, cuando las personas que consideramos como más
cercanas nos engañan (o sentimos que nos han engañado), o cuando la
gente nos ha lastimado. Este es el momento en que tenemos que decirnos a
nosotros mismos: “Estoy con la Luz”.
Porque, en realidad, ya sea que estemos enfermos o saludables, tengamos
dinero o no, estemos en una relación decente o no, siempre tenemos que
recordar que somos jugadores en el juego de la vida. Y si no estamos
dispuestos a caminar sobre el fuego, entonces no estamos interesados en
participar en el juego.
Cada vida tiene caos. No existe tal cosa como una vida sin caos. La
pregunta es cómo manejamos el caos, qué hacemos con él, cómo hacemos que
trabaje en nuestro beneficio para que seamos mejores seres humanos a
partir de éste.
Cada desafío está ahí para nosotros por una sola razón: para ayudarnos a
obtener energía para subir la escalera del crecimiento espiritual. Los
problemas que enfrentamos son una forma sencilla de ayudarnos a alcanzar
un nivel de iluminación más elevado. El Creador nunca nos probará más
allá de nuestra capacidad de sopesar y cambiar; podemos estar seguros de
eso.
Karen Berg
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