Vivía en un mundo de hielos eternos y no le gustaba.
Una noche en que el Hada aún no dormía,
un resplandor especial apareció en el cielo.
Al principio era solo una pequeña mancha luminosa, que creció y creció y bien pronto todo el espacio se llenó de color.
Verdes y violetas, azules, amarillos y rojos, se
entremezclaban armoniosamente y su luz arrancaba destellos del suelo
helado como de un espejo.
Y el Hada miró al cielo y vio estrellas fugaces y luceros ardiendo, estelas de cometas y nubes transparentes.
El Hada se sintió feliz y entendió que aquel era su lugar,
que cada rincón del mundo contiene sorpresas
maravillosas y que le gustaba la aurora boreal y el cielo estrellado de
su país de Hielo.
Ahora sabía que las estrellas fugaces son como
mariposas celestes y que los cometas se llevan muy lejos las añoranzas
de las Hadas Tristes".
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