"Perdonar es mi función por ser la luz del mundo."
Regocijémonos de
poder comenzar y terminar el día con esta idea, además de repetirla tan
frecuentemente como sea posible, así pasaremos un día feliz. De ser
posible con los ojos cerrados, repetí: "Perdonar es mi función por ser
la luz del mundo. Cumpliré mi función para así poder ser feliz." Dedica 1
ó 2 minutos a pensar sobre tu función y la felicidad que te brindará.
Si te distraés repetí la idea y decite: "Deseo recordar ésto porque
quiero ser feliz".
Tu perdón es lo que lleva este mundo de las
tinieblas a la luz, lo que te permite reconocer la luz en la que ves.
Mediante tu perdón, vuelves a recordar la verdad acerca de tí; es por lo
tanto, donde reside tu salvación. El perdón es un regalo que te hacés a
vos mismo, usándolo para reemplazar los pensamientos de ataque, ya que
con el ataque apelas a tu debilidad; con el perdón, a la fortaleza de
Cristo en vos. El perdón arrasará con todo vestigio de temor,
culpabilidad y dolor; reinstaurará en tu conciencia la invulnerabilidad y
poder que Dios le confirió a Su Hijo.
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