jueves, 5 de julio de 2012
RELACION DE LA HUMANIDAD CON LOS OTROS REINOS
Originalmente la Tierra fue creada de sustancia pura, no tan densa como es ahora; había más colores translúcidos radiantes e iridiscentes. A medida que la discordia de la humanidad se fue incrementando, la sustancia de la Tierra se ensució, y se volvió más densa y oscura. Ese es el porqué a la tierra o terreno se le llama suelo.
La naturaleza nunca produciría nada que fuera destructivo para la humanidad, pero como la vida elemental tiene por deber obedecer los mandatos de los individuos dotados con la Llama Triple en sus corazones, ha estado absorbiendo los pensamientos y sentimientos discordantes de la humanidad. Esto ha causado tornados, huracanes, maremotos, terremotos y desastres de la naturaleza, lo cual meramente es un esfuerzo por los seres de estos elementos de tirar fuera la impureza y discordia que el hombre les ha impuesto durante millones de años.
La materia de desecho que se ha derramado en la tierra y en las aguas, asi como la energía impura que se ha vertido es el aire, han causado una presión de creación humana, no sólo en el hombre, sino en el reino elemental. Las actividades destructivas pueden ser controladas por la humanidad porque comprende la Ley y como hacer el llamado para liberar a los seres elementales de la discordia impuesta sobre ellos. Se puede invocar a la Presencia “YO SOY” y a los Maestros y Seres a cargo de este elemento y que gobiernan dichas actividades, para que dirija y envuelvan en su Llama Cósmica, transmutando toda discordia e inundándolas con el Amor Cósmico. Luego, visualiza la Llama Violeta avanzando desde tu Presencia y los Grades Seres transmutando la discordia en paz y armonía. Observa entonces la Llama Rosa del Amor, envolviendo a los Seres de los Elementos, haciéndolos nuevamente felices y libres.
En caso de incendio, invoca a tu Presencia “YO SOY” y a la Amada Maestra Ascendida Lady Nada, para que vierta Su Radiación sobre el fuego. Visualiza esta radiación como un Manto Rosa. Se puede invocar también a Orómasis, Príncipe del Elemento Fuego.
Sabio es aquel que sinceramente se esfuerza en purificar su propio mundo y hacerse amigo de los pequeños seres de la naturaleza, vertiendo amor, gratitud, y bendiciones a estos seres tan incesantes y desinteresadamente sirven a la humanidad, si se desea protección en tiempos de crisis.
Dentro del hombre está el reino de la mente donde los elementales, respondiendo a su pensamiento, se convierten en la forma que sostiene en su mente. Dentro del hombre también está el mundo emocional, que es el reino de los Ángeles, al que ellos responden amplificando cada virtud, cada pequeña pulsación de esperanza, pureza, paz, amor o amabilidad generada dentro de los sentimientos. La mente es el centro magnético para el reino elemental; el mundo de sentimiento es el centro magnético para el Reino Angélico. Dentro de la humanidad, un día, ambos serán combinados conscientemente, y el hombre será maestro a través de la energía controlada en sus sentimientos, asociado con el pensamiento claramente dirigido, para ser un puente entre los dos grandes reinos; y algún día estos tres reinos estarán unidos de nuevo en adoración, en servicio, en evolución y en felicidad divina por la eternidad.
El reino elemental debe aprender a controlar la energía a través del pensamiento, a sostener un patrón y diseño constructivo para que tu y toda la gente puedan disfrutar la perfección diseñada en los templos de la naturaleza. El Reino Angélico debe aprender a controlar los sentimientos, par sostener dentro de di la virtud que ha escogido, hasta que se les ordene liberarla a uno que necesite de ésta. ¡EL HOMBRE DEBE APRENDER A CONTROLAR TANTO PENSAMIENTO COMO SENTIMIENTO Y, ASÍ, CONVERTISE EN MAESTRO!.
Ya es hora de que la humanidad reconozca este servicio y envíe tanto al reino elemental como al Reino Angélico, el reconocimiento y amor que ellos se merecen, por su constante servicio a la humanidad. Sin el reino elemental no habría formas. Sin el Reino Angélico el hombre no podría atraer las bendiciones de Dios.
Pedro. N. Fernandez
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