"En Dios no hay crueldad, ni en mí tampoco."
Nadie
ataca sin la intención de herir. Pensar que atacás en defensa propia, es
decir que ser cruel te protege, te mantiene a salvo, te hace cambiar el
estado en el que estás por otro mejor. Pero es así como se engendra el
miedo y se lo nutre para que crezca cada vez más; esta es la manera de
proteger al miedo, no de escapar de él. Hoy aprendamos:
"Vos fabricás
aquello de lo que te defendés. Y al defenderte contra ello, hacés que
sea real e ineludible. Deponé tus armas, y sólo entonces verás su
falsedad."
Siempre perece ser a un enemigo externo a quien atacás,
sin embargo, al defenderte, forjás un enemigo interior, que te priva de
paz, dividiendo tu mente en 2 bandos; ahora el amor tiene un enemigo. Al
lanzar el ataque, contra algo externo a vos, te separás de aquello que
atacás, dejás de verlo como uno con vos. Luego, le das entidad al miedo,
al creerle, haciéndolo opuesto al amor pero con sus atributos. Este
"ídolo"(miedo) que erigiste, no tiene poder... porque no existe. Al
verlo de este modo, tenés que llevar a cabo una elección: Restituirle al
amor lo que le restaste, o inventar otro ídolo que lo reemplace.
Pero
hoy podés dejar de hacer del miedo un ídolo creado por vos mismo, al
creerle, y al volver al mundo, lo verás con los ojos del amor, el único
que tendrá entidad para vos de ahora en más. Ahora, tus ojos pertenecen a
Cristo, y Él mira a través de ellos. La llamada a Dios ha sido oída y
contestada. Ahora, el miedo da paso al amor.
Digamos:
"Padre,
somos como Tú. En nosotros no hay crueldad, puesto que en Tí no la hay.
Tu paz es nuestra, y bendecimos al mundo con lo que hemos recibido
exclusivamente de Tí. Elegimos una vez más, y elegimos asimismo por
todos nuestros hermanos, sabiendo que son uno con nosotros. Les
brindamos Tu Salvación, tal como la hemos recibido ahora. Y damos
gracias por ellos que nos completan. En ellos vemos Tu gloria, y en
ellos hallamos nuestra paz. Somos santos porque Tu santidad nos ha
liberado. Y te damos gracias por ello. Amén."
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