"Se me han confiado los dones de Dios."
Se te dió todo,
ya que Dios da sin hacer excepciones ni reservarse nada que contribuya a
tu felicidad; pero a menos que tu voluntad sea una con la Suya, no
podés recibir sus dones. Pero, ¿qué podría hacerte pensar que hay otra
voluntad que la Suya?
Esta es la paradoja que fundamenta la
fabricación de este mundo, que no es Voluntad de Dios, y por ello, no es
real. Pero aquellos que creen que este mundo es real, no pueden sino
creer que hay otra voluntad, asumiendo el papel de creadores en vez de
Dios.
Todo aquel que cree esto, no puede recibir sus dones, porque
estaría traicionándose a sí mismo. Sin este mundo que construyó se
siente como un paria sin hogar, y preso del miedo. No se dá cuenta de
que este mundo no es su hogar; se alejó tanto de su verdadero hogar, que
no se da cuenta que olvidó de dónde vino, a dónde va e incluso quién es
en verdad. No obstante, los dones de Dios lo acompañan en su insensato
vagar, aunque no se de cuenta, porque no puede perderlos. Va solo, sin
ver que Dios lo acompaña.
La voluntad de Dios no se opone a nada.
Simplemente, Es. No es a Dios a quien aprisionaste con tu plan de querer
perder tu Ser, pero Dios no sabe nada de un plan tan ajeno a Su
Voluntad. La vista mediante la cual contemplás la tristeza y la muerte,
ha sido sustituida por una Visión que percibe que no sos lo que
pretendés. Uno que camina a tu lado, le ofrece a cada uno de tus temores
esta piadosa respuesta: "Eso no es cierto". Y te recuerda que no estás
solo, que Él camina a tu lado, y que Sus dones están a tu disposición, y
se te confiaron para que los des a todos aquellos que eligen recorrer
el solitario camino del que te escapaste. Al aprender de Cristo que hay
otro camino, les tenés que enseñar que sólo están yendo tras sus propios
deseos.
No dejés que tus pesares te tienten a no ser fiel a tu
cometido; tus suspiros no hacen sino truncar las esperanzas de los que
cuentan con vos para su liberación. Tus temores no hacen sino enseñarles
que los suyos están justificados. Pero tu cambio de mentalidad, se
convierte en la prueba de que quien acepta los dones de Dios jamás puede
sufrir por nada.
Convertite en la prueba viviente de lo que el toque
de Cristo puede ofrecer al mundo. ¡Que tu felicidad dé testimonio de la
gran transformación que experimenta la mente que elige aceptar los
dones de Dios, y sentir el toque de Cristo! Esa es tu misión ahora: Dios
compartió su gozo con vos; ahora, vos compartilo con el mundo.
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