"Me cuento entre los ministros de Dios."
No seamos hoy
ni arrogantes ni falsamente humildes; ya superamos esas tonteras. No
podemos juzgarnos a nosotros mismos, ni hace falta que lo hagamos. Sea
cual fuere tu papel, escucha sólo la voz del Espíritu Santo en vos.
Ahora tu mente vuelve a tomar conciencia de Quien la creó, y de su
eterna unión consigo misma. Aceptá tu papel como mensajero de Dios, y
entregá Su mensaje, sabiendo que en primer lugar van dirigidos a vos
mismo, para luego trasmitirlos. Nadie puede comprender que ha recibido
el mensaje hasta que no lo de. Esta es la unión que nos proponemos
reconocer hoy, no trataremos de mantener nuestras mentes separadas de
Aquel que habla por nosotros. Él necesita nuestra voz, nuestras manos
para entregar Sus mensajes, y necesita que nuestra voluntad se una a la
Suya, para poder ser receptores de los dones que Él entrega.
Aprendamos esto hoy: No reconoceremos lo que hemos recibido hasta que no lo demos.
Esquema
de trabajo: Sesiones largas: Por 5 minutos como mínimo y por el mayor
tiempo posible (10, 15 min. o 30 nos parecerán poco tiempo pronto) al
despertar, y lo mismo por la noche, felizmente y llenos de gratitud,
recordemos ser fieles a la Voluntad que compartimos con Dios, y nuestra
creciente paz aumentará con cada hora.
Sesiones cortas: Cada hora
dediquémosle 1 minuto (aunque se te olvide, volvé a tu intención
original a la hora siguiente) a recordar Su Amor y nuestra misión.
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Digamos hoy: "Me cuento entre los ministros de Dios, y me siento
agradecido de disponer de los medios a través de los cuales puedo
reconocer que soy libre" Ahora, demostraremos cómo ha cambiado lo que
pensábamos que nuestra función era, y los dones de nuestro Creador
aparecerán ante nuestra vista al darlos.
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