"Aceptaré la Expiación para mí mismo."
Con esto se
acaban las decisiones, porque llegamos a la de aceptarnos a nosotros
mismos tal como Dios nos creó. Elegir es tener incertidumbre respecto a
lo que somos, y eso es una forma de autoengaño monumental. ¿Qué es la
vida sino ser lo que eres? Dudar acerca de esto, es juzgar y negar su
valor, desconociendo la única certeza por la cual vivís. Así, uno se
vuelve inseguro respecto a su vida, porque la está negando; y es esta
negación lo que hace necesaria la Expiación. Tu negación no cambia en
nada lo que sos: pero vos dividiste tu mente en dos: uno que conoce la
verdad, y otro que no. La parte de vos que duda de quién sos, no puede
ser realmente parte tuya. Lo único que se te pide es tu aceptación,
porque lo que sos es incuestionable: fue establecido en la Mente de Dios
y en la tuya. Tenemos una misión aquí: no reforcemos la locura en la
que una vez creímos; vinimos a alcanzar mucho más que nuestra felicidad.
Lo que aceptamos ser, proclama lo que todo el mundo es junto con
nosotros. Esto es lo que la Expiación enseña, y demuestra que la unidad
del Hijo de Dios no se ve afectada por su creencia de que no sabe lo que
es. Aceptá la Expiación, no para cambiar la realidad, sino para aceptar
la verdad de lo que sos.
Sesiones largas: En 2 ocasiones, (al inicio
del día y a la noche) dediquemos 5 minutos a tener presente nuestro
cometido de hoy. Comenzá con este repaso: "Aceptaré la Expiación para mí
mismo, pues aún soy tal como Dios me creó."
Podemos recordar esta verdad por todos, pues en la creación todas las mentes son una.
Sesiones
cortas: Como muestra de gratitud por la creación, en el nombre de su
Creador y de su unidad con toda la Creación, cada hora reiteramos
nuestra dedicación dejando de lado los pensamientos que puedan
desviarnos de nuestro santo propósito. Dejá que tu mente quede libre de
las disparatadas telarañas que el mundo urde, y repetí: "Aceptaré la
Expiación para mí mismo, pues aún soy tal como Dios me creó."
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