"¡Que los milagros reemplacen todos mis resentimientos!"
En cada 
decisión que tomás estás elijiendo entre un resentimiento y un milagro. 
Cada resentimiento se alza como un escudo de odio, impidiéndote ver el 
milagro oculto detrás.
Hoy vamos a ir más allá de los resentimientos,
 dejándolos caer para ver la luz detrás, ya que cada uno es un obstáculo
 a la visión del Hijo de Dios. Hoy intentaremos ver al Hijo de Dios.
Seleccionaremos
 a alguien que haya sido objeto de tus resentimientos, y dejando de lado
 los resentimientos, lo contemplaremos. Quizá sea alguien que temes u 
odias, o a quien llamas amigo pero te hizo enfadar. Ya sabés quién es: 
su nombre ya cruzó tu mente. En él pedimos que se nos muestre el Hijo de
 Dios. El que era enemigo, se convierte en amigo cuando está en libertad
 de asumir el santo papel que el Espíritu Santo le asignó.
En las 
sesiones largas, lo veremos asumiendo la función de nuestro salvador; 
pero primero intentá verlo como lo ves actualmente. Pasá revista a sus 
fallas, al dolor que te causó, a sus descuidos... contemplá todas sus 
imperfecciones. Luego pedí que se te conceda verlo de otra manera: 
"Quiero contemplar a mi salvador en éste a quien Tú has designado como 
aquel al que debo pedir que me guíe hasta la santa luz en la que él se 
encuentra, de modo que pueda unirme a él." Con los ojos cerrados, lo que
 has pedido no se te negará. El Espíritu Santo se extiende desde él 
hasta tí. Permanecé muy quedo, que Dios te dá las gracias por estos 
momentos en que tu decisión es ver el milagro de amor.
Sesiones 
cortas: Recordemos esto a lo largo del día, permitiendo que todo aquel 
con el que te encuentres o en el que pienses, asuma el papel de 
salvador, rogando: "¡Que los milagros reemplacen todos mis 
resentimientos!"
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