Si se divulga ampliamente esta Gran Invocación, podrá ser para la nueva religión mundial lo que el Padre Nuestro ha sido para la cristiandad, y el Salmo 23 para el judío de mentalidad espiritual. Existen tres tipos de acercamiento a esta gran Plegaria o Invocación:
1. El del público en general.
2. El de los esoteristas, aspirantes y discípulos del mundo.
3. El de los Miembros de la Jerarquía.
En primer lugar, el público en general la considerará como una plegaria al Dios Trascendente, aunque no le reconozca, aún, como inmanente en su creación, y la elevará en alas de esperanza (esperanza de luz, de amor y de paz, que todos anhelan incesantemente). También será considerada como plegaria para iluminar a los gobernantes y dirigentes de todos los grupos que manejan los asuntos mundiales; como ruego para que fluya amor y comprensión entre los hombres y vivan mutuamente en paz; como demanda para cumplir la voluntad de Dios, sobre la cual la gente nada puede saber y a la que considera tan inescrutable y omniabarcante, que su reacción normal es esperar y creer; como plegaria para fortalecer el sentido de responsabilidad humana, a fin de que los males actuales reconocidos - que tanto angustian y confunden a la humanidad - puedan ser eliminados y que alguna indefinida fuente del mal pueda ser refrenada. Finalmente será considerada como una oración para restablecer una condición primordial e igualmente indefinida, de felicidad beatífica, y para que desaparezca todo sufrimiento y todo dolor en la Tierra. Todo esto es bueno y útil para la gente en general, y es lo nico que puede efectuarse de forma inmediata.
En segundo lugar, los esoteristas, los aspirantes y quienes están espiritualmente orientados, lograrán un acercamiento más profundo y más comprensivo. Reconocerán el mundo de las causas y a quienes se hallan subjetivamente detrás de los asuntos mundiales, los Dirigentes espirituales de nuestra vida. Ellos están preparados para alentar a quienes poseen verdadera visión, y para indicarles no sólo la razón de los acontecimientos suscitados en los distintos sectores de la vida humana, sino también la revelación de aquello que permitirá a la humanidad pasar de la oscuridad a la luz. Si se adopta esta actitud fundamental, será evidente la necesidad de difundir ampliamente los hechos ocultos, iniciándose una era de divulgación espiritual, ideada por los discípulos y llevada a cabo por los esoteristas. Esta era comenzó en 1875 cuando se proclamó la realidad de la existencia de los Maestros de Sabiduría, prosperando a pesar del menosprecio, de las negativas y de las erróneas interpretaciones. Ha sido útil el reconocimiento de la naturaleza sustancial de lo que puede ser corroborado y la respuesta intuitiva de los estudiantes esotéricos y de muchos intelectuales de todo el mundo.
Un nuevo tipo de místico se está reconociendo; difiere de los místicos del pasado porque se interesa, de forma práctica, por los acontecimientos mundiales y no únicamente por las cuestiones religiosas y eclesiásticas; se caracteriza por la falta de interés en su propio desarrollo personal, por su capacidad para ver al Dios Inmanente en toda creencia - no sólo en su propia y determinada creencia religiosa -, y también por la capacidad de vivir su vida a la luz de la divina Presencia. Todos los místicos han podido hacerlo en mayor o menor grado, pero el místico moderno es capaz de indicar a los demás, con toda claridad, las técnicas a seguir en el Sendero; combina mente y corazón, inteligencia y sentimiento, más una percepción intuitiva de las que, hasta ahora, carecía. No sólo la paz de su propia alma, sino también la clara luz de la Jerarquía espiritual iluminan, ahora, el camino del místico moderno: y esto irá acrecentándose.
En tercer lugar, ambos grupos -- el público en general y los aspirantes mundiales en sus diversos grados -- tienen, entre ellos, a quienes se destacan de lo común porque poseen una visión y una comprensión más profundas; ocupan la "tierra de nadie", por un lado, entre las masas y los esoteristas, y por otro, entre los esoteristas y los Miembros de la Jerarquía. No hay que olvidar que ellos, también, emplean la Gran Invocación, y que no pasa un día sin que el propio Cristo la entone.
El empleo de esta Invocación o Plegaria, más la creciente expectativa por la venida de Cristo, ofrecen, hoy, la máxima esperanza para la humanidad. Siempre han venido Nobles Hijos de Dios, en respuesta a la demanda de la humanidad, y siempre vendrán, y Aquel a quien todos los hombres esperan, está en camino.
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