martes, 8 de mayo de 2012

Lección 161

"Dame tu bendición, santo Hijo de Dios ."
Hoy practicaremos diferente, pronunciándonos en contra de la ira, para que nuestros temores puedan desaparecer y darle cabida al amor. En las palabras de hoy está la salvación, y la respuesta a toda tentación, porque no deja de darle la bienvenida a Cristo donde imperen la ira y el miedo. Es la respuesta que te da la Voz que habla por Dios.
La condición natural de la mente es abstracción total, pero una parte de ella se volvió antinatural, al no ver todo como si fuese uno solo, sino ver fragmentos del todo, para formar el mundo parcial que vemos. Así surgió lo concreto, y hoy usaremos en nuestra práctica las cosas concretas. Se las entregamos al Espíritu Santo para que Él pueda usarlas para un propósito distinto al que nosotros les dimos, para que podamos ver otro propósito en todo.
Un hermano es todos los hermanos, y en cada mente se hallan todas las mentes. Esta es la Verdad. Pero la mente que se enseñó a si misma a pensar de manera concreta, ya no puede captar esta abstracción. Nos parece que es el cuerpo el que coarta nuestra libertad y nos hace sufrir, pero el cuerpo es sólo un símbolo del miedo, que al ser falso, se aferra a lo concreto. El amor, al ser verdad, no precisa símbolos.
Los cuerpos atacan; las mentes, no. Pero aunque el cuerpo sea el blanco del ataque, es la mente la que odia, y la que ordena al cuerpo atacar. Quien ve a un hermano como un cuerpo, lo está viendo como el símbolo del miedo; y lo atacará porque lo que contempla es su propio miedo proyectado fuera de sí mismo. Esto es lo que contemplan los ojos del cuerpo en uno que Dios creó perfecto; esa es su realidad. Y en la visión de Cristo su hermosura se ve perfecta, tal como la tuya. En las manos de tu enemigo está tu salvación: pídesela y te la dará; atacalo y será el símbolo del miedo.
Hoy volveremos a practicar algo que ya intentamos antes, para intentar alcanzar la visión de Cristo. El Cielo no se olvidó de vos; ¿no te gustaría recordarlo?
Sesión larga: Seleccioná un hermano para que sea el símbolo de los demás y pedile la salvación. Visualizalo tan claramente como puedas, y pedile, para que él pueda liberarte: "Dame tu bendición, santo Hijo de Dios. Quiero contemplarte con los ojos de Cristo y ver en vos mi perfecta impecabilidad" Te responderá, porque oirá en vos la Voz que habla por Dios. Contemplá a aquel que sólo veías como un cuerpo, y reconocé que Cristo vino a vos en él. Esta idea es la forma de escaparte del miedo y la ira.
Sesiones cortas: Repetí la frase inmediatamente si tenés la tentación de atacar a un hermano, y lo verás cambiar de enemigo a salvador, de demonio a Cristo.

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